12 novembro 2003

Vila-Matas y la sombra de Tabucchi

No último livro do Tabucchi (Está a fazer-se cada vez mais tarde, ed Dom Quixote) há uma carta dedicada ao Vila-Matas que se chama Estranha forma de vida. A história que liga estes dois caíu-me do céu com um preâmbulo de um jornal:

Vila-Matas y la sombra de Tabucchi
El reciente libro de Antonio Tabucchi trata sobre la soledad, el amor, los
malentendidos y las casualidades. "Las casualidades son importantes en las
vidas y perviven en mi literatura", manifiesta. Una anécdota, relatada por
Enrique Vila-Matas, ilustra cómo las coincidencias plenan la vida de este
autor. En 1983, Vila-Matas compró uno de los primeros libros del italiano,
La dama de Porto Pim. Le cautivó tanto que comenzó a escribir su primer
cuento: Recuerdos inventados. "Plagio a Tabucchi, creyendo que podía
utilizarlo impunemente", rememora Vila-Matas. La dama de Porto Pim se
convierte en una pequeña Biblia literaria para mi obra de creación. El
relato constituye, según asegura en su momento, un homenaje a Tabucchi. La
madre de Vila-Matas, al leer esa "dedicatoria solapada", le dijo que no le
extrañaría que ese autor fuera el hijo de los vecinos que tuvieron en
Cadaqués, cuando el niño Vila-Matas, de cinco años, subía al muro que
separaba las casas para decirle a su vecino Tabucchi, de diez años:
"Antonio, ¿me escuchas Antonio? Los adultos son estúpidos".
Pasó el tiempo y Vila-Matas siguió sin conocer a Tabucchi. Un día, cuando ya
Vila-Matas ha publicado algunos libros, lo invitaron a un bar de Lisboa,
donde él había leído, en un relato de Tabucchi, que un barman preparaba un
fantástico cóctel, llamado "llaneras verdes dreams". En la barra no estaba
el barman, sino dos mujeres de Mozambique, y, por supuesto, tampoco existía
el trago. En ese bar, conoce a Tabucchi. Vila-Matas le preguntó si él era el
niño aquel que veraneaba en Cadaqués en 1953 y Tabucchi le respondió que sí,
y al saber que se encontraba con su antiguo vecino recordó con nitidez la
frase que el niño Vila-Matas repetía parado sobre una silla para verlo por
encima de un muro.

e como o Vila-Matas a conta

Todos los recuerdos eran inventados, tal como rezaba el título. Con el paso
de los años, Dama de Porto Pim iba a convertirse en una pequeña faro para mi
obra de creación. Allí estaba, en aquel libro tan pequeño, todo lo que yo
deseaba hacer en literatura: la construcción de miniaturas literarias
perfectas, el tinglado moderno de la voz fragmentada, la evocación de
recuerdos inventados para poderme hacer paradójicamente con una voz
literaria propia... Cuando publiqué esos recuerdos inventados, no sabía que
algún día viajaría a las lejanas Azores y vería ese tablón de madera o
soporte visual de "las voces traídas por algo, imposible decir por qué".
Mi madre, al leer ese homenaje solapado a Tabucchi, me dijo que no le
extrañaría nada que ese escritor al que yo tanto citaba fuera el niño de los
vecinos de Cadaqués en el verano del 53. Me reí, me parecía inverosímil, muy
>mprobable. Qué vecinos, recuerdo que pregunté.
- Los Tabucchi -dijo mi madre.
Cuando conocí a Antonio Tabucchi, le pregunté si había veraneado alguna vez
en Cadaqués y me dijo que sí y pronto vimos que yo era el niño que
encontraba estúpidos a los adultos. Poco tiempo después de descubrir ese
gran recuerdo verdadero que parecía unirnos más allá de la vida y del
tiempo, yo leí que Tabucchi se consideraba la sombra de Pessoa y decidí
convertirme en la sombra de Tabucchi para así tratar de ser la sombra de la
sombra de una sombra. Hoy, que ya sólo soy la sombra de mi vecino, voy
delante en una expedición fantástica al mundo misterioso de las voces. Voy
solo y perdido, aunque imagino ser el adelantado de esa expedición fantasma,
de ese recuerdo inventado. Y cuando pienso en los recuerdos verdaderos que
Tabucchi y yo compartimos me acuerdo de inmediato del día en que visité, sin habérselo dicho a nadie, el Museo de las Janelas Verdes de Lisboa y descubrí
que alguien, en la sombra, me perseguía y que yo no era más que la sombreada
sombra de una sombra que seguía a una sombra en el espacio verdadero de un
recuerdo veraniego que hoy es sólo pura y simple bella letra, tal vez una
canción napolitana que alguien un día cantará para siempre. Se lo digo a
veces a mi madre. Y ella entonces quiere saber cómo se canta una canción
para siempre. Son canciones que hablan de un tiempo que ya no existe, le
digo. Y añado: Por eso nadie las oye, sólo tú y yo, madre. Ella entonces
quiere saber dónde las podemos oír. Porque yo no las oigo, dice mi madre. En
la casa de al lado, le explico. ¿En verano?, pregunta mi madre. Sí, le
respondo. Ya están llegando, le digo, porque empieza el verano y cada vez se
hará más tarde. Más tarde, repite mi madre. Y luego pregunta en casa de
quiénes.
- ¿En casa de quiénes más tarde? -pregunta.
Sólo la entiendo yo.
- De los Tabucchi, madre.

0 Comentários:

Enviar um comentário

Subscrever Enviar feedback [Atom]

<< Página inicial